Mi pareja dominante expande mi abertura anal con múltiples bolas, lo que resulta en un intenso placer y dilataciones

En un reino donde el placer y el dolor se entrelazan, yo, un humilde sirviente, me encuentro atado en las gargantas del BDSM.Mi pareja, un maestro del dominio, maneja una colección de bolas, cada una más grande que la última.¿Su misión?, estirar mi prohibido pasaje, provocando y tentando mi apretado agujero con cada inserción incremental.A medida que él profundiza, su ritmo aumenta constantemente, conduciéndome a un frenesí de éxtasis.La sensación es abrumadora, una mezcla de plenitud y placer intensos que me deja jadeando por más.Cada bola que él empuja expande aún más mi abertura anal, estirándola hasta sus límites, dejándola boquiabierta y expuesta.Los sonidos de fardear eco a través de la habitación, un testimonio de la intensidad de nuestro juego.Mi gordo culo rebota con cada embestida, la vista de ser estirado hasta sus límites un espectáculo para contemplar.Esto no es solo un acto de placer carnal, sino un simple baile de dominación y sumisión, un testamento de la belleza de nuestro fetiche.